martes, 17 de junio de 2014

III Aciano



            Finalmente llegaron a nuestro destino sin ningún otro contratiempo inoportuno. Era una base subterránea iluminada con antorchas en las paredes y algunos tapices decorados con dibujos de los bosques para calentar los corredores y salas, todo decorado, desafortunada mente con muertos sin nada de sangre, la causa: una nueva especie en Pandroa, cuerpo de mujer u hombre y cola de serpiente de un kilómetro de largo por lo que conocían ahora.

-Los encontramos hace unos días cerca de las montañas del norte.-dijo el jefe de la base. Vestía un hanbok rojo fuego decorado con un símbolo negro y dorado que representaba su alto rango en sus tropas.-Al parecer atemorizaban al pueblo que hay a unas millas de aquí.
-¿Cómo es el pueblo?-le preguntó Haruto mientras observaba detenidamente uno de los cadáveres, era una mujer, probablemente la esposa de alguno de ellos que había ido a llevarle comida después de varios días sin ver a su marido.
-Grande y muy protegido.
-Si ese fuera el caso no serían atacados, ¿no cree? Shou, Cedric, id a por las tropas.
-¿La mitad?-preguntó Shou.
-Sí. George, tú ayuda en la investigación, los demás prepararemos la batalla.
-¿Atacaréis el pueblo?-preguntó Kaouru. Hasta ahora se había mantenido detrás de ellos en silencio sin molestar como le había ordenado Shin, pero no podía quedarse callada ante una batalla inecesaria.
-Sí.
-Pero…
-Kaoru, no sirve de nada quejarse.-le susurró su hermano antes de que sus pensamientos compasivos volvieran a interponerse en los asuntos que no le incumbían.

            Cuatro días después la batalla comenzó. Por suerte no fue larga y se pudieron evitar numerosas muertes y heridos, no les interesaba arrebatar vidas, solo tomar el pueblo el cual tiró las armas al segundo día de comenzar, quizás fue el temor o la tristeza de ver sus casas detrozas, escuchar los llantos de los niños y madres que se escondían en habitaciones reforzadas con madera de roble violeta, común y único en esa zona. 


 

 

            El nuevo cuartel se estableció en un dojo de grandes dimensiones con numerosas salas. Se organizaron en grupos numerosos para ocupar las salas a modo de habitaciones, solo los capitanes, a excepción de Shin que compartía su habitación con Kaoru, inseguro de que se quedara sola en ese lugar donde aún no se había impuesto el orden unitariamente, dormían por separado.



Cuando por fin Kaoru supo donde dormiría mientras permanecían en ese lugar se encerró en la habitación molesta y decepcionada por lo ocurrido. Le dolía pensar en la gente que había arriesgado su vida en vano para proteger su pueblo. Le dolía pensar en las familias que habían quedado rotas. Le dolía pensar en todos los lugares que habían sido atacados por ellos. Pero lo que más le dolía era que su hermano, formando parte de aquellas tierras, hubiera participado en esa injusta batalla con el fin de dominar un pueblo que aún vivía en libertad.
            Shou la buscó durante horas preocupado por su hermana, no la había visto desde hace dos días y temía que le hubiera pasado algo, que estuviera herida por accidente. Pero entonces la vio. Salía arrastrada por George de la habitación. No era un hombre que supiera tratar muy bien a las mujeres, tampoco es que supiera tratar con hombres pero si podía llegar a ser muy persuasivo. Sabía los pensamientos que rondaban por la cabeza de Kaoru y decidió mostrarle los numerosos problemas que habían en la ciudad.