Finalmente llegaron a nuestro
destino sin ningún otro contratiempo inoportuno. Era una base subterránea
iluminada con antorchas en las paredes y algunos tapices decorados con dibujos
de los bosques para calentar los corredores y salas, todo decorado,
desafortunada mente con muertos sin nada de sangre, la causa: una nueva especie
en Pandroa, cuerpo de mujer u hombre y cola de serpiente de un kilómetro de
largo por lo que conocían ahora.
-Los
encontramos hace unos días cerca de las montañas del norte.-dijo el jefe de la
base. Vestía un hanbok rojo fuego
decorado con un símbolo negro y dorado que representaba su alto rango en sus
tropas.-Al parecer atemorizaban al pueblo que hay a unas millas de aquí.
-¿Cómo
es el pueblo?-le preguntó Haruto mientras observaba detenidamente uno de los cadáveres,
era una mujer, probablemente la esposa de alguno de ellos que había ido a
llevarle comida después de varios días sin ver a su marido.
-Grande
y muy protegido.
-Si
ese fuera el caso no serían atacados, ¿no cree? Shou, Cedric, id a por las
tropas.
-¿La
mitad?-preguntó Shou.
-Sí.
George, tú ayuda en la investigación, los demás prepararemos la batalla.
-¿Atacaréis
el pueblo?-preguntó Kaouru. Hasta ahora se había mantenido detrás de ellos en
silencio sin molestar como le había ordenado Shin, pero no podía quedarse
callada ante una batalla inecesaria.
-Sí.
-Pero…
-Kaoru,
no sirve de nada quejarse.-le susurró su hermano antes de que sus pensamientos
compasivos volvieran a interponerse en los asuntos que no le incumbían.
Cuatro días después la batalla
comenzó. Por suerte no fue larga y se pudieron evitar numerosas muertes y
heridos, no les interesaba arrebatar vidas, solo tomar el pueblo el cual tiró
las armas al segundo día de comenzar, quizás fue el temor o la tristeza de ver
sus casas detrozas, escuchar los llantos de los niños y madres que se escondían
en habitaciones reforzadas con madera de roble violeta, común y único en esa
zona.
El nuevo cuartel se estableció en un
dojo de grandes dimensiones con numerosas salas. Se organizaron en grupos
numerosos para ocupar las salas a modo de habitaciones, solo los capitanes, a excepción
de Shin que compartía su habitación con Kaoru, inseguro de que se quedara sola
en ese lugar donde aún no se había impuesto el orden unitariamente, dormían por
separado.
Cuando
por fin Kaoru supo donde dormiría mientras permanecían en ese lugar se encerró en la habitación
molesta y decepcionada por lo ocurrido. Le dolía pensar en la gente que había
arriesgado su vida en vano para proteger su pueblo. Le dolía pensar en las familias
que habían quedado rotas. Le dolía pensar en todos los lugares que habían sido
atacados por ellos. Pero lo que más le dolía era que su hermano, formando parte
de aquellas tierras, hubiera participado en esa injusta batalla con el fin de
dominar un pueblo que aún vivía en libertad.
Shou la buscó durante horas
preocupado por su hermana, no la había visto desde hace dos días y temía que le
hubiera pasado algo, que estuviera herida por accidente. Pero entonces la vio.
Salía arrastrada por George de la habitación. No era un hombre que supiera
tratar muy bien a las mujeres, tampoco es que supiera tratar con hombres pero
si podía llegar a ser muy persuasivo. Sabía los pensamientos que rondaban por
la cabeza de Kaoru y decidió mostrarle los numerosos problemas que habían en la
ciudad.